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Si miras a tu alrededor es fácil darse cuenta de que los seres humanos estamos siempre consumiendo. Ya sea para comer, vestirnos, desplazarnos, trabajar, entretenernos; al final, los productos y servicios nos permiten cumplir con nuestras actividades, pero dejamos, a la par, una huella ambiental. Especialmente cuando consumimos más de lo que realmente necesitamos y de lo que el planeta puede proveer.

Hablar de consumismo es tocar el tema del desequilibrio que existe entre lo que producimos, consumimos y desechamos en relación con su impacto en el ambiente. En los años recientes, se ha identificado que extraemos recursos naturales a nivel global en un 50% más que tan solo hace 30 años (1).

Puede pensarse que el consumo de recursos es inevitable para nuestra supervivencia, sin embargo, hay una diferencia entre el consumo necesario y vital y el consumismo, es decir, la tendencia por acumular y reemplazar vorazmente bienes y servicios, que incluyen muchos productos no esenciales o que son resultado de necesidades inventadas con fines de aceptación social.

Para 2050, la población humana crecerá a 9 mil 600 millones, es decir, poco más de 3 mil millones de personas más, lo cual es insostenible con nuestro ritmo actual de consumo (1).

Nos hemos convertido en una sociedad de consumo, como lo planteaba el filósofo Zygmunt Bauman, en la que los productos se fabrican para ser fácilmente desechados y los individuos están preocupados solo por el presente y la satisfacción de sus deseos inmediatos. A partir de esta afirmación también podemos considerar que existen posibilidades para revertir esa mecánica implacable de consumo. 

Veamos entonces qué consecuencias tiene el consumismo, por qué nos debe importar a todas y a todos, y la urgencia de alternativas para combatirlo, con el fin de asegurar un futuro adecuado para todos los seres vivos de este planeta. Da clic aquí para unirte a la exigencia de medidas gubernamentales que cuiden el ambiente

¿Cómo nos afecta el consumismo?

El consumismo impacta a todas las personas en el planeta, ya que estamos inmersas en un sistema de producción y consumo generalizado, donde la publicidad de las empresas incide en nuestras decisiones de compra, aunque no sean lo mejor para el planeta y para todas y todos. 

Tan solo pensemos en algunas de nuestras necesidades básicas. Varias de ellas se satisfacen con los llamados bienes de consumo de alta rotación (FMCG o Fast Moving Consumer Goods) es decir, comestibles y productos de higiene personal y cuidado del hogar, principalmente.

Global Brand Audit 2019 in Japan. © Chihiro Hashimoto / Greenpeace
El consumismo también ha hecho de los bienes que satisfacen necesidades básicas (como los FMCG) productos muy contaminantes. © Chihiro Hashimoto / Greenpeace.

Según el estudio Brand Footprint 2020 de Kantar, el consumo mundial de marcas de FMCG se distribuyó en 2019 de la siguiente forma: 34.1% de las opciones pertenecen a marcas globales, mientras que el 65.9% de los productos consumidos fueron de empresas regionales o locales.

En todo el mundo, 40 marcas de FMCG fueron elegidas más de mil millones de veces por los consumidores en 2019.

Estas cifras adquieren relevancia si pensamos en que, aunque comer sea una necesidad básica, no todos los comestibles son alimentos nutritivos ni satisfacen de forma adecuada nuestra necesidad.

Además de que este tipo de bienes están empaquetados o envasados en plásticos y otros materiales de un solo uso, con lo que contribuimos a la generación de residuos.

Según el Brand Footprint 2020, la marca más elegida en el mundo en 2019 fue Coca-Cola, comprada más de 6 mil millones de veces. Es importante recordar que la industria refresquera está detrás de problemas en la salud, como la diabetes, la obesidad y el sobrepeso, debido a que sus productos contienen alto nivel de azúcares.

Queda claro que mucho de lo que adquirimos no es precisamente esencial para la vida y el consumismo es justamente esa tendencia a comprar productos de manera desmedida cuando ni siquiera los necesitamos o ya los tenemos, pero buscamos sustituirlos por estatus u otros motivos. 

Incluso porque pensamos que son más accesibles, como los FMCG que podemos encontrar sin problema en la tienda más cercana, aunque tengan efectos negativos en muchos niveles.

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Desde luego, el impacto que tiene el consumo humano varía según el tipo de productos adquiridos, por lo que es imposible alcanzar un efecto cero en el ambiente. 

Por eso, lo que buscamos es que haya mejores alternativas y menos costosas para la naturaleza y nuestro bienestar, ya que el consumismo ha alcanzado prácticamente a cualquier rubro económico.

Lo que comemos y lo que vestimos: el consumismo en nuestras necesidades básicas.

El consumo de carne es uno de los problemas más importantes de nuestra alimentación. Una dieta alta en esta proteína ha convertido al planeta en prácticamente un espacio exclusivo para la ganadería

En la década de los 60, se produjo un promedio de 70 millones de toneladas de carne al año, mientras que en el año 2017 fueron 330 millones (2).

La actividad ganadera es responsable de casi el 15% de la emisión de gases de efecto invernadero en el planeta (1).

Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Argentina encabezan la lista de países con más consumo de carne, pues rebasan los 100 kilogramos por persona al año. El aumento en el consumo también se debe a que, en las últimas décadas, una parte importante de los consumidores ha adquirido mayor capacidad de compra (2).

Para proveer el consumo de carne, la ganadería se ha vuelto industrial: talan bosques y destruyen ecosistemas para instalar pastizales que alimentan al ganado. 

Se estima que para 2050 haya un 75% más de consumo de carne si la tendencia continúa, lo cual sería desastroso para la biodiversidad y el clima del planeta (1). 

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Por otro lado, las prendas que usamos para vestirnos son artículos de primera necesidad. Si bien en décadas pasadas la ropa estaba hecha de materiales resistentes para garantizar su durabilidad, ahora el fast fashion produce miles de millones de prendas que prácticamente son desechables.

Esta moda rápida se refiere al modelo de producción que usa materiales de baja calidad y mano de obra precarizada o en condiciones de explotación para producir ropa en masa y con precios bajos. 

El consumismo ha generado la rápida circulación de estas prendas que se desgastan en cuestión de meses, en función del deseo imperante de reemplazo por parte del consumidor para seguir las nuevas tendencias o temporadas creadas por las empresas, como parte de sus estrategias de venta, lo que las vuelve desechables y contaminantes.

Tan solo en los últimos 15 años, la producción de ropa se ha duplicado, pero, simultáneamente, el uso de la misma ha disminuido en un 40%, según lo registrado por la Fundación Ellen MacArthur.

No está de más decir que la manufactura de la ropa tiene un costo ambiental altísimo, en el que además se usan materiales tóxicos. En Greenpeace hemos lanzado campañas como Detox My Fashion para contrarrestar este problema. 

El consumismo que todo lo invade: la tecnología y el aumento de los plásticos

Piensa en la manera en que nos comunicamos, desplazamos y entretenemos. Prácticamente en todas nuestras acciones cotidianas está involucrada la tecnología

Quizá sea difícil aceptar que al usar nuestro celular o ver una película en streaming contribuimos al deterioro ambiental, ¡pero la realidad es que sí hay un impacto!

Los servicios de nubes, streaming y similares (¡incluso conservar tus correos electrónicos!) tienen un costo energético elevado por su consumo de electricidad y la manera en que esta se genera, por ejemplo, con combustibles fósiles. 

Por otra parte, la producción de dispositivos también implica un impacto enorme: por ejemplo, para fabricar una computadora personal se requieren aproximadamente 22 kilos de químicos, 240 kilos de combustible y 1500 litros de agua (3).

Además, las empresas de tecnología han optado por un modelo de sustitución, en vez de uno de reparación. La obsolescencia programada de los dispositivos electrónicos es otra causa del consumismo, ya que al diseñar aparatos destinados a tener una vida útil corta, se obliga a las y los consumidores a sustituirlos por nuevos productos. 

Imagina que con el tiempo de vida útil de un smartphone (18-24 meses), ¡cada dos años cerca de 2 mil 800 millones de personas cambian de celular! (3). Por otra parte, el plástico, que ha sido muy útil para la humanidad en general, también se ha convertido en un terrible enemigo del planeta

Según el Plastic Atlas 2019, del año 1950 al 2017, se han producido 9 mil 200 millones de toneladas de plásticos. De esto, se estima que menos del 10% de esa producción se ha reciclado. 

De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), cerca del 80% de estos residuos ha ido a parar a rellenos sanitarios o directamente a la naturaleza. 

Desde productos para el hogar y juguetes hasta envases, botellas, bolsas desechables o incluso ropa, el plástico ha inundado nuestras vidas, lo que ha aumentado el uso de combustibles fósiles para su producción y, con ello, la alta contaminación que generan. 

Si la tendencia continúa, el Plastic Atlas 2019 señala que para 2050 la producción de plásticos liberará 56 mil millones de toneladas de emisiones de CO2.

El consumismo está directamente relacionado con el aumento acelerado de mercancías desechables. Entre ellos los plásticos, que ya han contaminado toda la Tierra. © Jilson Tiu / Greenpeace.
El consumismo está directamente relacionado con el aumento acelerado de mercancías desechables. Entre ellos los plásticos, que ya han contaminado toda la Tierra. © Jilson Tiu / Greenpeace.

Según el Instituto Mexicano del Plástico Industrial (IMPI-CEP), cerca del 50% de la producción de plástico es para artículos de un solo uso, como empaques y envases, cuya utilización ha aumentado durante la pandemia de COVID-19. 

De acuerdo con Oceanic Global, entre el equipo de protección personal (mascarillas, caretas, trajes, etc.) y los empaques y plásticos de un solo uso, se prevé que en 2020 haya un 30% más de desechos plásticos respecto del 2019. 

Como ves, el consumo de forma desproporcionada conlleva altísimos costos, tanto en términos de producción como de desechos. Justamente el desperdicio es otra de las manifestaciones del consumismo: desde comida hasta residuos tóxicos, todo se desecha, aunque muchas veces todavía sea útil

La huella ambiental no es únicamente un problema individual, sino también un asunto socioeconómico. De acuerdo con una investigación realizada por Oxfam y el Instituto del Medio Ambiente de Estocolmo (SEI), entre los años 1990 y 2015, el 10% más rico del planeta (cerca de 630 millones de personas) fue responsable del 52% de las emisiones de carbono. En contraste, el 50% más pobre (cerca de 3 mil 100 millones) generó tan solo el 7% de emisiones.

Si quieres saber más sobre el desperdicio de alimentos en el mundo y las consecuencias que acarrea, haz clic y lee nuestra publicación al respecto

A veces, no ser conscientes de nuestra huella ambiental provoca que no conozcamos de cerca las problemáticas del consumismo. Por ello, es importante informarnos mejor y exigir medidas que aseguren un consumo responsable. Conoce más sobre la petición para exigir alternativas de consumo que no dañen el planeta. Únete a esta demanda por políticas públicas más ecológicas y de bajo impacto. 

El consumismo en México: en ascenso

Hemos hablado de manera general sobre cómo el consumo humano impacta en nuestro ambiente y la manera en que su forma más voraz, el consumismo, potencia todos esos efectos negativos para el planeta. Ahora es momento de hablar un poco sobre lo que sucede en México.


El consumismo en México no es un problema menor. Al ser uno de los países más poblados del mundo, al ocupar el décimo lugar (en 2020) y el tercero con más habitantes de América (solo por debajo de Estados Unidos y Brasil), según el World Population Review, es claro que eso puede desencadenar problemas relacionados con el consumo desmedido de productos.

De 173 países, México ocupa el lugar 58 de consumo total de carne (con 64.8 kilos por persona al año, 4 veces más que lo recomendado para un consumo sostenible). Sin embargo, no toda la carne que producimos se consume aquí, sino que México también exporta, lo que provoca que esa carne se vaya, pero la huella ecológica permanezca (4).

La deforestación y el consumo excesivo de agua son dos consecuencias negativas de esta actividad. Por un lado, se utiliza el 38.3% de la superficie nacional para alimentar al ganado mexicano y, por otro, la agricultura y la ganadería en el país desperdician el 57% del agua que utilizan (5).

En el caso del fast fashion, la mayoría de las prendas que se fabrican con este modelo son importadas. 

En 2019, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) alertó en su revista sobre la mala calidad y la huella ecológica que supone la moda rápida, equivalente a la contaminación de popotes, botellas o platos desechables. 

Además, mencionó marcas muy populares como Bershka, C&A, Forever 21, Guess, H&M, Pull&Bear, Shasa y Zara, entre otras.

El consumismo en México ha propiciado un aumento de problemas ambientales.  En promedio al año, cada habitante ocupa 48 kilos de plástico. © Argelia Zacatzi / Greenpeace.
El consumismo en México ha propiciado un aumento de problemas ambientales. En promedio al año, cada habitante ocupa 48 kilos de plástico. © Argelia Zacatzi / Greenpeace.

El Brand Footprint 2020 de Latinoamérica señala que en México son ocho las marcas de FMCG que tienen penetración en más del 90% de los hogares en el país: Bimbo, Coca-Cola, Lala, Colgate, La Costeña, McCormick, Nescafé y Knorr; todas ellas involucran una gran cantidad de plásticos. 

En términos generales, el nivel de adquisición de mercancías en México puede estimarse considerando la proliferación de plazas comerciales.

México es el país de América Latina con más centros comerciales, incluso por encima de Brasil. Las proyecciones para 2025 indican que seguirá ocupando ese primer puesto.

Tan solo en la Ciudad de México y el área metropolitana hay una tercera parte de los centros comerciales del país. Entre el año 2006 y 2018 se construyeron 108 nuevas plazas de este tipo en la capital, las cuales generan problemas en el abasto de agua y el espacio público (6). 

Por ejemplo, prácticas como el Buen Fin incentivan el consumismo en un país donde a poco más de 9 millones de habitantes les falta el agua potable (5), recurso indispensable para realizar cualquier actividad. 

Es por ello que en Greenpeace buscamos que todas las personas, particularmente las que más consumen, transiten hacia estilos de vida sustentables basados en consumir menos y mejor.

Mientras las corporaciones utilizan recursos energéticos de forma vasta, mucha gente no tiene acceso a ellos. Entérate aquí de cómo la pobreza energética afecta al país.

Combatir el consumismo

De alguna forma, todos hemos participado, de manera intencionada o no, de esta dinámica, pero lo cierto es que podemos disminuir el impacto severo en el ambiente desde nuestras prácticas diarias de consumo. ¡Es posible y necesario!

Un consumidor consciente selecciona sus productos en función de sus necesidades vitales, mientras que considera el impacto que su huella ambiental tiene en el planeta. En este sentido, debemos transitar hacia un modelo basado en consumir menos y mejor, donde nuestras acciones y elecciones de compra reflejen estas preocupaciones por el planeta.

Un primer paso hacia un mejor futuro es adoptar medidas específicas. Haz clic aquí para descargar las guías que te ayudarán en ese camino.

Tal parece que la conciencia ecológica y el trabajo de activistas ha permitido que haya una preocupación cada vez más generalizada sobre el impacto del consumismo

Por ejemplo, si bien el consumo mundial de carne no ha disminuido, se ha observado una tendencia en la que se consume menos carne de cerdo y res y más de aves de corral (2).

Los millennials (gente nacida entre 1981 y 1996, aproximadamente) y la generación Z (nacidos de 1997 en adelante) están cambiando la manera de consumir: por ejemplo, hay una mejor aceptación de dietas no centradas en la carne, una afinidad por la antipaquetería (rechazo a las bolsas de un solo uso o a la envoltura de regalos) y un modo de vida con menos desechos (7).

Los millennials y la generación Z representan el 64% del mercado mundial, lo que marca una diferencia cuando estos sectores imponen alguna tendencia en su consumo (7).

Sin embargo, las acciones individuales deben llevarse al siguiente nivel para volverlas colectivas y con un sentido de activismo político, para forjar, desde nuestras decisiones de consumo, una sociedad en la que queremos vivir.

Esto nos permitirá demandar políticas públicas que regulen efectivamente la producción de alimentos y  mercancías, con una perspectiva de compromiso ante el cuidado ambiental.

Un cambio en los modelos de alimentación es una gran manera de hacerle frente al consumismo: menos carne y más hortalizas orgánicas. © Andri Tambunan / Greenpeace.
Un cambio en los modelos de alimentación es una gran manera de hacerle frente al consumismo: menos carne y más hortalizas orgánicas. © Andri Tambunan / Greenpeace.

Hacia un futuro más verde

En definitiva, acumular cosas y sustituir mercancías con tanta frecuencia no es un camino viable hacia una vida plena y en armonía con nuestro planeta. Uno de los cambios en la mentalidad es el de preferir experiencias sobre lo material

Siempre hay algo que se puede hacer, de manera personal y colectiva, con amigos, familiares y colegas, para disminuir y mejorar la forma en la que consumimos. Desde nuestro manejo cotidiano de desperdicios hasta la manera en que nos desplazamos. Conoce más formas para disminuir el consumismo haciendo clic aquí.

Afortunadamente, las generaciones más jóvenes tienen una preocupación mayor por una vida ecológica. Uno de estos ejemplos está en las huelgas de #FridaysforFuture y la voz de Greta Thunberg. 

Entre ciudadanos y activistas se ha empujado el tema de la crisis climática a lugares prioritarios en agendas nacionales e internacionales y se ha señalado al consumismo como una de las principales preocupaciones. 

Como parte de los resultados, se logró la prohibición gradual de los plásticos de un solo uso en varias ciudades y países del mundo. Todo esto con la suma de esfuerzos individuales y colectivos

En Greenpeace nos preocupamos, pero nos ocupamos más por generar medidas seguras y efectivas que protejan al ambiente y con ello, a todos los seres vivos que habitamos en este planeta. Por eso, queremos impulsar el consumo responsable que garantice la sostenibilidad y la justicia social.

Una sociedad más informada respecto a los impactos ambientales de su consumo es más activa por un futuro ecológico. © Víctor Ceballos / Greenpeace.
Una sociedad más informada respecto a los impactos ambientales de su consumo es más activa por un futuro ecológico. © Víctor Ceballos / Greenpeace.

¡Súmate a este movimiento para exigir a los gobiernos mejores alternativas de consumo! De esta forma, queremos fomentar una dinámica amigable con el planeta y nuestra salud,  pero debemos impulsar a los gobiernos para que la incentiven y esté al alcance de toda la ciudadanía. Sé parte del cambio en favor de un futuro más ecológico.

Referencias

  1. Greenpeace. Consumismo. Greenpeace, s/f. Consultado el 11 de noviembre de 2020.
  2. Hannah Ritchie. Qué países del mundo consumen más carne (y hay uno de Latinoamérica). BBC News, 2019. Consultado el 11 de noviembre de 2020.
  3. EFEverde. ¿Cuál es la huella ecológica del frenético auge de la tecnología? EFEverde, 2020. Consultado el 11 de noviembre de 2020.
  4. Teresa Sánchez Vilches. Consumir menos carne, una medida contra el cambio climático al alcance de todos. Milenio, 2020. Consultado el 11 de noviembre de 2020. 
  5. Hugo Maguey. Más de 80% del agua se va en uso agrícola y de la industria. Gaceta UNAM, 2018. Consultado el 11 de noviembre de 2020.
  6. Aristegui Noticias. El ‘boom’ de los centros comerciales en CDMX: 108 plazas nuevas en 12 años. Aristegui Noticias, 2018. Consultado el 11 de noviembre de 2020.
  7. Sally Ho. Conscious Consumers: 10 Ways Millennials & Gen Zs Are Changing How & What We Buy (en inglés). Green Queen, 2020. Consultado el 11 de noviembre de 2020.