Las grandes corporaciones y las familias con más dinero en el mundo son quienes más contribuyen al cambio climático a través de la sobre explotación de los recursos, la alimentación basada en carne y sus patrones de consumo en general; sin embargo, paradójicamente, es la población más pobre y en condiciones de mayor vulnerabilidad quien más padece los efectos de habitar un planeta contaminado. Te damos algunos datos.

Diez por ciento de las personas con mayor ingreso a escala mundial es responsable de 25 a 43 por ciento del impacto ambiental, mientras que, en contraste, diez por ciento de quienes tienen ingresos más bajos es responsable de tres a cinco por ciento del daño, de acuerdo con el informe “El consumismo en México y sus impactos en el cambio climático” elaborado por el ITESO y Greenpeace México.

Los estragos del cambio climático provocado por el sobre consumo son ya una realidad a través de la escasez de agua, los incendios forestales, las inundaciones, la pobreza alimentaria, la pérdida de biodiversidad que vive hoy el planeta, ¿pero afecta a todas las personas por igual?

La respuesta es un contundente no:

Escasea de agua: El informe “No dejar a nadie atrás”, de las Naciones Unidas, asegura que las personas que sufren discriminación por motivos de género, edad, condición social o pertenecen a una minoría religiosa, ética o lingüística tienen menos probabilidades de tener acceso a los servicios de agua y saneamiento.

Por ejemplo, las niñas y las mujeres dedican varias horas de su tiempo para trasladarse y reunir agua para la sobrevivencia de las familias. A nivel mundial, las niñas dedican en promedio más de 30 minutos al día para recopilar agua, lo que va en detrimento del ejercicio de otros derechos, como es el acceso a la educación. 

De acuerdo con las Naciones Unidas, en las ciudades, las personas pobres que viven en asentamientos informales que no cuentan con servicios de agua corriente, a menudo pagan de 10 a 20 veces más por el agua que sus vecinos de barrios más ricos, por un servicio de igual o menor calidad prestado por vendedores o camiones cisterna. 

Datos recopilados por Oxfam revelan que en 2018 había 9.9 millones de personas en México que no tienen acceso al agua en sus viviendas, mientras que 70% de habitantes en la Ciudad de México, una de las más grandes del mundo, recibía menos de 12 horas de agua continua al día. En las localidades rurales la brecha se vuelve más grande, específicamente en comunidades indígenas.

Inundaciones: por el cambio climático, las zonas costeras, por ejemplo, enfrentan un aumento acelerado del nivel del mar, lo que amenaza la vida de las comunidades cercanas.

Unicef asegura que más de 300 millones de niñas y niños viven en zonas con alto riesgo de inundaciones; casi la mitad de la población vive con menos de 3 mil 10 dólares al día. El agua de las inundaciones pueden contaminar los suministros de agua y, con ello, propagar enfermedades y aumentar la pobreza. Cuando carecen de agua limpia, dice Unicef, la infancia está expuesta al peligro de sufrir enfermedades como diarrea. Más de 800 niños mueren cada día de diarreas causadas por agua poco salubre, servicios de saneamiento deficientes y prácticas de higiene inadecuadas.

Pobreza alimentaria: el sistema alimentario basado en carne es responsable del 80% de la deforestación actual de algunos de los bosques con mayor biodiversidad del planeta, siendo la expansión de la ganadería y la producción de piensos la principal causa individual de esta destrucción, con base en datos del informe de Greenpeace “Menos es más”.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la deforestación causada principalmente por la conversión de la tierra forestal en zonas de agricultura y ganadería, amenaza no solo a los medios de vida de los silvicultores, las comunidades forestales y los pueblos indígenas, sino también a la variedad de la vida en nuestro planeta. 

Aproximadamente 40% de la población rural que padece pobreza extrema, esto es, unos 250 millones de personas en el mundo, vive en zonas boscosas o de sabana.

Mala calidad del aire: Tan sólo en México, el autotransporte con consumo de diésel y gasolina genera 64,434.76 y 88,456.25 Gigagramos de Dióxido de Carbono (Gg de CO2) respectivamente, es decir, 23% de las emisiones de este contaminante en el país, de acuerdo con datos recopilados por la organización El Poder del Consumidor.

Si bien el uso del automóvil en nuestro país está reservado para las personas adultas con mayor poder adquisitivo, en México mueren cada año al menos mil 680 niñas y niños menores de 5 años de edad por enfermedades relacionadas con la mala calidad del aire, de acuerdo el informe No apto para pulmones pequeños. Diagnóstico de calidad del aire y el derecho de niñas, niños y adolescentes al aire limpio, de Greenpeace y la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM).

Con base en este documento, que recoge análisis de investigadoras del Instituto Nacional de Salud Pública, el número de muertes atribuibles a la contaminación del aire en México se ha incrementado casi 60 por ciento entre 1990 y 2015, debido a las altas concentraciones de contaminantes, la gran mayoría vinculadas con el uso de transportes contaminantes como el automóvil. Además de la infancia, las personas más vulnerables de padecer una enfermedad asociada a la mala calidad del aire de las ciudades son las adultas mayores y personas con padecimientos crónicos. 

Pobreza energética: La energía está relacionada con prácticamente todas las actividades de la vida cotidiana de las personas. Sin embargo, en México 35 mil hogares (1%) no tiene acceso a fuentes de energía confiables y seguras, según datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), estos son los hogares con las condiciones más extremas de pobreza energética.

Es posible que el resto de los hogares tengan energía, sin embargo su abastecimiento no es suficiente para gozar de todas las necesidades de energía que tienen. De acuerdo con la investigación Caracterización espacial de la pobreza energética en México. Un análisis a escala subnacional, 36.7% de hogares en México se privan de algún bien económico (iluminación, limpieza, climatización, etc) por no tener energía suficiente. Esto también es una forma de pobreza energética.

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